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INTERÉS PROFESIONAL
M.ª Jesús Berlanga Adell | Joan Lacomba Vázquez
Progresivamente, el desarrollo local ha sido objeto de numerosas formulaciones, hasta
llegar a un cierto consenso en torno a su definición. Por ejemplo, Angeon y Callois
consideran que el paradigma del desarrollo local se basa en la capacidad de los ac-
tores locales para organizarse en torno a un proyecto, es decir, para unirse en torno a
un objetivo de desarrollo común mediante la movilización del potencial y los recursos
existentes en un territorio. Esta definición tendría tres dimensiones: 1) subraya el ca-
rácter localizado y territorializado de las actividades y acciones; 2) invita a considerar la
oportunidad de estas acciones, de modo que los actos finalizados reflejan la capaci-
dad de los agentes para imaginar un futuro común y un objetivo común basado en el
desarrollo de recursos; 3) expresa que el territorio es el resultado de interacciones entre
actores involucrados en un enfoque colectivo (Angeon y Callois, 2005, p. 13).
En la actualidad el desarrollo local ha sido aceptado como una estrategia común y
ampliamente empleada para dinamizar el territorio local movilizando todos sus recur-
sos humanos y materiales bajo la supervisión técnica y la responsabilidad institucional,
apoyándose en el reconocimiento de los actores locales como parte del desarrollo
socioeconómico (Frej et al., 2003, p. 1).
Pero el desarrollo local también genera ciertas críticas (Autès, 1991), al ser asociado
con las nuevas formas de gestión de lo social y la territorialización de los problemas
sociales, al pasar de una lógica de redistribución de los frutos del desarrollo a una
lógica de dinamización del potencial no explotado de los recursos locales (Artois, Mé-
lon y Hamzaoui, 2014, p. 68). Desde esta perspectiva, el desarrollo local dejaría de
lado la lucha contra las desigualdades sociales y la redistribución de la riqueza y las
políticas keynesianas, en favor de un nuevo modo de gobernanza local basado en la
movilización de los recursos humanos y materiales por parte de los poderes locales,
y los problemas sociales se convierten en problemas espaciales. Esta territorialización
de los problemas sociales aparcaría el peso de los factores estructurales, en favor de
una concepción más funcional y técnico-económica de la acción social (Artois, Mélon
y Hamzaoui, 2014, p. 69).
En consecuencia, el modelo de desarrollo local respondería a una concepción más
tecnificada de la intervención social en un marco institucionalizado, basada en la pla-
nificación y gestión de los recursos y la ordenación del espacio, coincidiendo con la
tendencia a la desresponsabilización y descentralización de los Estados y el creciente
papel de los actores locales y la sociedad civil. En este sentido, el desarrollo local tam-
bién es confrontado en ocasiones con el desarrollo comunitario, visto el primero como
una estrategia gubernamental y el segundo como una estrategia popular, lo que quizás
resulte demasiado simplificador. Por ejemplo, Montoya (1998) dice que el desarrollo
local estaría auspiciado por gobiernos y organismos para gubernamentales, mientras
que el desarrollo comunitario habría surgido en y para las comunidades (1998, p. 45).
96 TRABAJO SOCIAL HOY 3. Cuatr. 2021, n.º 94 [89-105] ISSN 1134-0991
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