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INTERÉS PROFESIONAL
M.ª Jesús Berlanga Adell | Joan Lacomba Vázquez
A este respecto, Malcom Payne señala como ya desde las descolonizaciones de los
países del Tercer Mundo el Trabajo Social en los países industrializados había recibido
la influencia de las experiencias desarrolladas en las antiguas colonias, bien con “la
aparición de gobiernos de clara tendencia izquierdista y también la liberación de los
sistemas de bienestar social del dominio del pensamiento occidental”, bien con “el re-
greso de los administradores coloniales quienes se trajeron consigo alguna experiencia
sobre las técnicas de desarrollo comunitario que se emplearon en la preparación de
los países tercermundistas para la independencia” (1991, p. 70). Un buen ejemplo de
esta dinámica sería el caso de T. R. Batten (funcionario colonial en el África británica en
los años treinta y cuarenta del siglo XX) que, en su obra Preparación para el Desarrollo
Comunitario (1962), escribía que “los Gobiernos de la mayoría de los países tropicales
han puesto en marcha programas especiales de desarrollo comunitario a fin de animar
y ayudar a la gente a mejorar su propia forma local de vida. Algunos países, como
India, Pakistán, Burma, Filipinas y Ghana, cuentan ya con importantes organismos gu-
bernamentales encargados de llevar a efecto estos programas y de reclutar y preparar
a los asistentes sociales que se necesitan para realizarlos” (1962, p. 11).
La asociación del desarrollo comunitario con los países descolonizados va a propiciar
que la organización comunitaria pase a ser considerada como un método propio de
las sociedades desarrolladas, donde es necesario planificar y organizar los recursos
existentes, mientras que el desarrollo comunitario va a permanecer vinculado sobre
todo a los países en desarrollo, donde es necesario crear todavía las bases que per-
mitan el propio desarrollo; o bien a grupos claramente desfavorecidos dentro de los
países desarrollados (el cuarto mundo) y las zonas rurales fuertemente aisladas (San
Román, 1993).
Esta concepción del desarrollo comunitario, así como los problemas que acompañan
a la propia noción de comunidad, van a convertirse en los principales factores que van
a relegar progresivamente el desarrollo comunitario en favor de otras estrategias en
el ámbito del Trabajo Social, como el desarrollo local. De hecho, el mismo cuestiona-
miento del concepto de comunidad en base a la excesiva idealización del mismo ha
jugado un papel regresivo en relación con el desarrollo comunitario. La asociación de
la comunidad con la tradición o con un pasado mitificado e inexistente -aunque cícli-
camente también se produzcan apelaciones al retorno de la comunidad- ha supuesto
un elemento clave en el desplazamiento del desarrollo comunitario.
Por ejemplo, Cristina de Robertis (1994) recurre a la intervención colectiva con el fin de
evitar el uso del término comunidad que, a su juicio, se habría convertido en un con-
cepto ambiguo, cuando no problemático. También Marco Marchioni ya se distanció
a finales de los años ochenta del desarrollo comunitario diciendo que “hace años se
habló mucho en España, y todavía se sigue hablando, de desarrollo comunitario (...).
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