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INTERÉS PROFESIONAL

De la organización y el desarrollo comunitario al desarrollo local y social.
Las recomposiciones del Trabajo Socia

promover la autonomía y el desarrollo de la comunidad o del entorno”, y se añade que
“el espacio público trabajado desde una lógica de acción comunitaria provoca que la
comunidad tenga un papel protagonista como agente educativo para el cambio social”
(Alcántara, 2018, p. 6).

Desde el ámbito de la ciencia política, Ricard Gomà sostiene que “la acción comuni-
taria adquiere sentido cuando se desarrolla a partir de un colectivo humano que com-
parte un espacio y una conciencia de pertenencia, que genera procesos de vinculación
y apoyo mutuo, y que activa voluntades de protagonismo en la mejora de su propia
realidad”. Y añade que “los valores de la acción comunitaria se encuentran tanto en la
capacidad de generación de cambios y mejoras sociales, como en las formas de tra-
bajo e interacción humana que preconiza. Se trata de satisfacer necesidades y expec-
tativas de calidad de vida y desarrollo humano, sí; pero se trata de hacerlo mediante
relaciones de respeto, confianza, diálogo, creatividad o aprendizaje. Expresado en dos
palabras: transformar y construir ciudadanía. La acción comunitaria se justifica en tanto
que motor de transformación, de cambio tangible hacia territorios y comunidades más
inclusivos. Y plantea estos cambios a partir de procesos de protagonismo colectivo, de
ciudadanía activa con capacidad relacional y constructiva” (Gomà, p. 2008).

También en el mismo ámbito de la ciencia política, el Institut de Govern i Polítiques Pú-
bliques (IGOP) elaboró en 2009 la Guía Operativa d’Acció Comunitària, en la que ésta
se entiende como “la dinamización de las relaciones sociales de cooperación entre los
miembros de un determinado ámbito o espacio de convivencia en la ciudad (barrios
o escaleras de vecinos, centros o proyectos educativos y sanitarios, deportivos, etc.)
para mejorar el bienestar cotidiano de las personas” (2009, p. 14).

En buena medida, la acción comunitaria ha sido empleada como un sustitutivo del
Trabajo Social Comunitario que, en los últimos tiempos, también habría sido objeto de
diferentes tipos de cuestionamientos. Aunque autores como Rudolf Rezsohazy (1988)
sostuvieron hace años que el Trabajo Social Comunitario era en realidad la expresión
que en el ámbito de los países desarrollados se utilizaba para referirse a la aplicación
del modelo de desarrollo comunitario -afirmaba que “se trata de la aplicación del De-
sarrollo Comunitario a las condiciones sociales de los países industrializados” (1988, p.
44)- , éste ha perdido buena parte de su espacio en el contexto de las nuevas políticas
sociales orientadas hacia la lucha contra la exclusión social.

El Trabajo Social comunitario se ha venido desfigurando con el tiempo, hasta el punto de
no ser objeto de una conceptualización unitaria. Roland Brake afirma que “quien intente
indagar hoy en el Trabajo Social Comunitario tendrá que enfrentarse primero a un cúmulo
de definiciones dispares. Ni siquiera entre expertos existe un consenso sobre el signi-
ficado del Trabajo Social Comunitario en sus dimensiones teórica y práctica” (2009, p.

TRABAJO SOCIAL HOY 3. Cuatr. 2021, n.º 94 [89-105] ISSN 1134-0991 99
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