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Dossier




          Eso sólo se logra cuando, como se dijo, en el seno de la comu-  El abuso sexual infantil es una atrocidad y ningún operador
          nidad, se generan los espacios culturales para que los futuros   del sistema puede dejar de tomar partido en cada interven-
          gobernantes, legisladores, jueces y fiscales, sean formados en   ción. La mejor forma de comprometerse es estando atentos,
          los actuales paradigmas.                              detectando y denunciando todos los discursos prejuiciosos ac-
                                                                tuales en el tratamiento de la temática. La comunidad debe
                                                                apoyar esas denuncias y sumarse en una red no sólo horizontal
                                                                entre quienes luchan contra ese flagelo, sino además en una
           la responsabilidad de los jueces y del resto de los operadores
                                                                contención multidimensional que asegure que por cada ope-
                                                                rador intimidado o dañado por hacer lo correcto, habrá miles
          Si bien cada operador judicial, policial o de otra área del Es-  de ciudadanos que harán escuchar su voz para defenderlos y
          tado, tiene la obligación de evitar nuevos sufrimientos a los   reclamar por ellos.
          niños víctimas, es sin duda en cabeza de los jueces donde se
          asienta el factor más importante de compromiso. Porque se
          trata precisamente de funcionarios a los que los Estados les
          han dado la máxima cuota de poder posible para decidir sobre
          la libertad, el patrimonio, y en suma, la vida de los ciudadanos.
          Semejante envergadura de atribución, obliga a reflexionar so-
          bre el uso que de la misma han hecho a lo largo de la historia
          y continúan realizando esos altos servidores.

          Como se señaló, lo jueces son los primeros obligados a ordenar
          intervenciones respetuosas. Sin embargo, no es poca la respon-
          sabilidad que les cabe al resto de los operadores del Estado. Un
          mal juez, es dueño absoluto del destino de los justiciables. Sin
          embargo su margen de acción es completamente diferente si
          quienes participan del sistema, fiscales, policías, trabajadores
          sociales, médicos, psicólogos, están debidamente capacitados y
          comprometidos con las víctimas. La capacitación y el compro-
          miso, cierran los espacios a la arbitrariedad y la injusticia.

          En ese sentido, el aporte de las organizaciones no guberna-
          mentales resulta decisivo. Baste recordar el trabajo de las ma-
          dres y abuelas de la Plaza de Mayo en la República Argentina
          respecto de las violaciones masivas a los derechos humanos allí
          sufridos. Es sabido que de no haber sido por ellas y los restan-
          tes Organismos defensores de los Derechos Humanos, jamás
          se hubiera iniciado el proceso de verdad memoria y justicia
          que antes se aludió. En igual sentido, las denominadas “madres
          del dolor”, surgidas para reclamar la investigación y castigo
          de crímenes comunes, cometidos contra sus hijos, son un ex-
          celente ejemplo de lo que la genuina presión de las víctimas
          puede lograr en un Estado adormecido en la protección de las
          víctimas y en el castigo de los perpetradores.
          En todos los países del mundo existen organizaciones de esa
          clase  que  presionan  a  los  Estados,  reclamando  justicia  para
          distintas violaciones a derechos esenciales. No hay duda que
          cuanto más violentos sean los personeros de esos Estados, más
          difícil se les hace la labor a esas ONGs. Pero no es menos
          cierto  que,  cuando  en  el  resto  del  mundo  se  logran  apoyos
          para esas luchas, como sucede a menudo (por ej. en el caso de
          mujeres condenadas a lapidación), los cambios se producen y
          las violaciones cesan. Si bien profundizar en este punto sería
          alejarnos del objeto de este trabajo, valga dejar sentado la im-
          portancia de la labor de aquellas organizaciones que respecto
          de los derechos de las mujeres y los niños, vienen dedicando su
          vida de manera desinteresada y asumiendo día a día los riesgos
          de semejante empresa.

          Elie Wiesel, Premio Nobel de la Paz, señaló certeramente que
          “ante la atrocidad hay que tomar partido”.

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