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INTERÉS PROFESIONAL
M.ª Jesús Berlanga Adell | Joan Lacomba Vázquez
ciudadanía y de producir cambios en las relaciones sociales y de poder (2018, p. 8).
Desde esta perspectiva el objetivo principal de las prácticas de innovación social sería
el empoderamiento y la construcción de capacidades comunitarias mediante nuevas
formas de liderazgo colectivo, un terreno en el que jugarían un papel fundamental tanto
el contexto histórico-geográfico, como la capacidad de agencia colectiva y las propias
políticas públicas.
En el ámbito específico del Trabajo Social, Herrera, Díaz y Rodríguez (2016) contemplan
la innovación social como “un proceso orientado a la satisfacción de las necesidades
humanas cuando supone, además del cambio sustantivo, una transformación de las
relaciones sociales que mejoren los sistemas de gobernanza y que establezcan nuevas
estructuras y organizaciones, resolviendo la satisfacción de las necesidades humanas
básicas e innovando en las relaciones sociales entre personas y grupos en las comu-
nidades de afectados” (2016, p. 226). Identifican cuatro posibles corrientes en torno
a la innovación social: la corriente de la cohesión social (emprendedores sociales); la
corriente empresarial (responsabilidad social corporativa); la corriente socio-ecológica
(procesos participativos) y la corriente de la inclusión social (gobernanza democrática).
CONCLUSIONES
La necesidad de complejizar y ampliar en mayor medida la propia base teórica y meto-
dológica del Trabajo Social, en su afianzamiento como disciplina científica, ha conllevado
la incorporación de nuevos lenguajes vinculados a diferentes formas de entender y hacer.
La adopción de muchos de esos nuevos lenguajes responde sobre todo a la adaptación
al marco político de las instituciones públicas y están relacionados con nuevas lógicas
de intervención social. Sin embargo, muchos de esos cambios, ponen en evidencia la
dependencia teórica del Trabajo Social respecto de otras disciplinas y los riesgos de colo-
nización epistemológica de los que hablan Sobremonte y Rodríguez (2020).
Como hemos visto, a partir de los ochenta lo comunitario ha venido perdiendo terreno
en favor de lo local y social. En concreto, el paradigma del desarrollo local ha irrumpido
con notable fuerza en los medios políticos institucionales y en los medios académicos
y profesionales, y marca el camino hacia una territorialización y localización de lo social
que apuesta por la aproximación técnica en la resolución de los problemas sociales y
desvaloriza las explicaciones globalizantes (Hamzaoui, 1997).
Es también lo que viene a decir J. L. Klein cuando afirma que lo local se impone como
un nivel importante de regulación de lo social en el contexto del remplazamiento del
instrumento de regulación Estado-Nación. “El poder se dispersa y los niveles inferiores
del Estado, así como las instituciones de la sociedad civil, asumen funciones regulado-
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