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INTERÉS PROFESIONAL


                 M.ª Ángeles Araya Perdomo


                 Para entender la multidimensionalidad de la exclusión se deben analizar también los
                 factores cualitativos y subjetivos que reflejan las experiencias y expectativas de las
                 personas afectadas (Moriña, 2007). Ya que tanto, el aislamiento real como el percibido,
                 tienen la misma afectación biológica al analizar el CTRA.


                 Es decir, esta expresión génica pone de manifiesto la importancia, no sólo de los
                 hechos estructurales o cuantitativos, sino también de los factores subjetivos, don-
                 de se destaca el contexto más próximo de la persona: la familia, la red de soporte
                 social y relacional, los acontecimientos vitales, etc. En definitiva, el capital social
                 genera consecuencias que afectan a la salud de las personas (Fuster, Herrero y
                 Musitu,1995).

                 En este sentido, la neurociencia ha demostrado que las personas que se sienten ex-
                 cluidas (sea real o un sentimiento personal) tienen un don especial para detectar en
                 el otro, el tono de voz y las reacciones faciales o gestuales, que pudieran indicarle re-
                 chazo o desconfianza siendo así más susceptibles a estas situaciones. Por lo tanto, a
                 lo largo de la experiencia profesional se podría observar algún cliente que, aún en una
                 situación de precariedad, experimenta una cascada neuroquímica de desconfianza e
                 impulso a confiar menos en el/la profesional o en el plan de intervención trazado. La
                 persona verá más fácilmente asequible y confiable la ruta neuroquímica anterior, que lo
                 mantiene en exclusión, aislamiento o soledad. Ya que, el organismo y el cerebro en ese
                 momento desean no volver a sentirse rechazados ni despertar toda la descarga neu-
                 roquímica de sentirse rechazado (recordemos la amplificación que ocasiona la CTRA).
                 Entonces, esa persona realiza acciones para mantener cierta distancia emocional de
                 los demás, como manteniendo una actitud aséptica o incluso desagradable para la
                 otra persona, limitando de esta manera los contactos sociales y desencadenando la
                 explicitada cascada neuroquímica, volviéndose así más susceptible a enfermar y a ser
                 excluido o sentirse excluido. Pero, por otro lado, nuestro cerebro humano es inminen-
                 temente social y no sólo desea adherirse socialmente a nuestros iguales, sino que así
                 aumenta nuestras posibilidades de supervivencia y disminuye el riesgo de morbilidad.
                 Es decir, este sistema está encadenado a nuestros mecanismos de supervivencia más
                 innatos y adaptación evolutiva.


                 Por  consiguiente, estas  evidencias  neurocientíficas,  corroboran  a nuestra  disciplina
                 aspectos esenciales a destacar en una importante fase que se reflejan en todos los
                 servicios, programas e intervenciones sociales como es la acogida.


                 Por ello, en las fases iniciales de intervención con casos de exclusión, aislamiento o
                 soledad, donde el/la profesional satisface de alguna manera las necesidades básicas
                 (protección, alimentación, afecto) pueden ser interpretadas rápidamente por la perso-
                 na con exclusión, real o percibida, dentro de un contexto de confianza.



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