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INTERÉS PROFESIONAL


                                                         La simbiosis perfecta: neurociencia y Trabajo Social


                  interacciones sociales, o la falta de ellas, tienen efectos poderosos sobre el cerebro y el
                  cuerpo. Por ejemplo, la percepción que tiene una persona sobre su entorno social, va
                  a influenciar la activación o no de genes en células inmunes, para defendernos contra
                  una bacteria o un virus (Cole, 2011).


                  Por ejemplo, si nos retornamos a nuestros ancestros, alguien que estuviera marginado/a
                  socialmente estaba más expuesto a un ambiente hostil para encontrar alimentos, agua,
                  refugio, derrotar amenazas, etc., que una persona perteneciente a un grupo confiable,
                  seguro y que cumple sus funciones naturales. De hecho, bajo tales circunstancias hosti-
                  les, la persona carece de conexiones con otras personas y se enfrenta a un riesgo mayor
                  de infecciones bacterianas que a enfermar por virus. La explicación, es porque las bac-
                  terias entran en el cuerpo a través de cortadas y rasguños fácilmente ocasionados por
                  la accidentalidad o la lucha contra animales o enemigos. Consecuentemente nuestros
                  cerebros comienzan a generar señales que ordenan a los genes del sistema inmune pre-
                  pararse para protegerse contra bacterias (Eisenberger y Cole, 2012).

                  Por el contrario, si los individuos se sienten socialmente conectados con su clan, sus
                  cerebros iniciarán una cascada de señales hormonales que ordenan a los genes pre-
                  pararse para protegerse contra los virus que son fácilmente transmitidos viviendo en
                  comunidad,  como  los  fluidos  corporales,  p.  ej.  estornudar  (Cole,  2011; Hawkley  y
                  Cacioppo, 2009). A esto se le denomina la “respuesta transcripcional a la adversidad
                  conservada” o CTRA.


                  Pero, además, se ha descubierto que la condición social de soledad y la CTRA tienen
                  una relación recíproca, de manera que una predice a la otra. Es decir, las sinapsis
                  sociales, como la soledad, son capaces de impulsar una expresión génica en el orga-
                  nismo. En el caso de la soledad, su expresión génica predice respuestas inflamatorias
                  inapropiadas para el equilibrio y buen funcionamiento del organismo, reduciendo su
                  respuesta inmune y propiciando la enfermedad.


                  Y, por otro lado, se ha observado que la CTRA amplifica el sentimiento de aislamiento
                  que puede tener la persona. De tal forma que, no sólo tendrá su respuesta inmune
                  condicionada, sino que esa persona será más susceptible a las situaciones de sole-
                  dad. Como el sentimiento de no sentirse aceptado o perteneciente al clan.

                  Teniendo en cuenta que la soledad y el aislamiento son factores socioemocionales de la
                  exclusión social. Y ésta a su vez, es una de las mayores preocupaciones de los/as tra-
                  bajadores/as sociales, puesto que condicionan las capacidades de funcionamiento de la
                  persona (Sen, 1995): salud, formación, experiencia laboral, habilidades sociales y cogniti-
                  vas. Por otro lado, estos factores combinados son el resultado de procesos exclusógenos
                  (Laparra, 2007) y de manera crónica afectan gravemente a la salud (Cacioppo, 2009).



                  TRABAJO SOCIAL HOY 3.   Cuatr. 2021, n.º 94 [75-87] ISSN 1134-0991      79
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