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INTERÉS PROFESIONAL
M.ª Ángeles Araya Perdomo
En resumen, podríamos presentar innumerables estudios que ejemplifican cómo las
circunstancias y características de nuestras relaciones sociales son marcadores de sa-
lud con mayor probabilidad de mortalidad que los propiamente utilizados hasta ahora
por la sociedad sanitaria: tabaco, alcohol, ejercicio físico u obesidad. Así lo refleja un
interesante metanálisis (Holt-Lunstad et al., 2017), que manifiesta de forma contunden-
te lo que hemos estado hablando durante todo el artículo.
Esta compleja interconexión nos debe hacer reflexionar aún más a los/as profesionales
del Trabajo Social en los principios recogidos en Montreal (2000) por La Federación
Internacional de Trabajadores Sociales, que trata sobre la complejidad de las interac-
ciones entre los seres humanos y su entorno y la necesidad de analizar el fondo de las
relaciones sociales como asegura Félix Biestek “movilizando los recursos propios del
individuo y los recursos de la comunidad, obteniendo la mejor fórmula de adaptación
del cliente a su medio ambiente o a una parte de él”.
El Trabajo Social con bases humanistas expone sus artes durante las innumerables
horas de trabajo familiar realizadas en domicilios, las vicisitudes de la mediación familiar
en casos de conflictividad familiar, las técnicas de afrontamiento familiar, el modela-
miento, la música de nuestros silencios en terapia, los refuerzos positivos, la escucha
activa en el desahogo emocional, entre otras. Poniendo en marcha estos poderosos
mecanismos neurobiológicos para el establecimiento de vínculos en los procesos de
participación y facilitando la creación del sentimiento de pertenencia, en la búsqueda
del beneficio primario del desarrollo personal y comunitario.
CONCLUSIONES
Hasta ahora, algo inimaginable para el Trabajo Social, era lograr el estudio detallado de
la compleja esfera social del ser humano, con resultados clínicos nada menos que del
cerebro reflejando en los mecanismos neurales y evidenciando en imágenes cerebra-
les, las manifestaciones humanas, en la compleja madeja de las relaciones intraperso-
nales, interpersonales y del ambiente.
Para ello, la neurociencia centrada en estos sustratos neurales se mantiene en perfecto
sincretismo con otras ciencias, facilitando al Trabajo Social datos neurológicos, y una
esmerada y nueva preocupación por las manifestaciones sociales, y la interdependen-
cia de ésta con los factores biológicos.
El Trabajo Social Clínico, mejora la salud de la población con la misma magia y
sabiduría ancestral que precisan nuestros cerebros sociales, filogenéticamente pre-
dispuestos a los vínculos y la cohesión social. Mediante una intervención clínica no
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