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Investigación empírica
y centradas en factores más específicos. Por otra parte, el prin- (Luengo et al., 1999), por lo que resulta imprescindible para
cipio de necesidad plantea que la intervención debe centrarse llevar a cabo una adecuada intervención que el profesional
principalmente en las denominadas necesidades criminógenas, tenga en cuenta sus efectos directos y sus efectos indirectos,
entendiendo por tales a aquellos factores dinámicos, suscepti- especialmente en el caso de los factores dinámicos. La consi-
bles de ser modificados, que están fuertemente asociados con la deración de la presencia de efectos indirectos de mediación o
probabilidad de reincidencia. Por último, el principio de respon- moderación entre los distintos factores implicados, permitirá a
sabilidad plantea que la intervención debe adecuarse a las nece- los profesionales optimizar el proceso de prevención y gestión
sidades y características personales de los sujetos para favorecer del riesgo.
su respuesta positiva hacia la intervención. Esto es, debe tener
en cuenta la capacidad cognitiva y de aprendizaje del joven y 3.1. Historia previa de actos antisociales
promover la motivación para el cambio de conducta.
Un amplio cuerpo de investigación muestra que los jóvenes
El cumplimiento de estos principios supone un proceso de con historia de conducta antisocial en el pasado tienen una
valoración sistemático que conlleva la individualización de la mayor probabilidad de implicarse en actividades similares en
intervención, su adaptación a las circunstancias y caracterís- la adolescencia y adultez (Borum y Verhaagen, 2006; Loeber,
ticas concretas de cada menor, aumentando así la eficacia de 1990). Sin embargo, parecen existir diferencias en cuanto a la
la misma. Resulta obvio plantear que las intervenciones han tipología conductual previa con respecto a las consecuencias
de ser necesariamente diferentes si los jóvenes a los que van antisociales encontradas. Los sujetos con una historia de con-
dirigidas presentan distintos niveles de riesgo y distintas ca- ductas más agresivas y violentas tendrán consecuencias delic-
racterísticas personales. En definitiva, el modelo de Riesgo- tivas más graves y persistentes, en comparación con aquellos
Necesidad-Responsabilidad evidencia la importancia de llevar que únicamente evidencian conductas antisociales no violen-
a cabo una adecuada valoración del riesgo del menor infractor tas (Loeber y Hay, 1997; Moffitt, 1993). No obstante, tam-
ya que ésta tiene implicaciones fundamentales en el diseño bién se ha planteado la posibilidad de que la manifestación
e implementación de intervenciones adecuadas de cara a la de conductas antisociales más encubiertas pudiera progresar
gestión del riesgo presente. hasta dar paso a conductas más agresivas y violentas (Patter-
son y Yoerger, 1999). Asimismo, se ha considerado la edad de
inicio del comportamiento antisocial como un potente factor
de riesgo. Según Moffitt (1993), a diferencia de los chicos que
3. Factores de riesgo y de protección
inician su carrera antisocial en la adolescencia, los niños delin-
cuentes de inicio temprano presentan en su comportamien-
Como ya se ha planteado, un aspecto crucial en la labor de pre- to antisocial mayor continuidad temporal, mayor estabilidad
dicción es analizar los factores de riesgo asociados empírica- contextual y mayor variabilidad en su repertorio de conductas
mente a la violencia. No obstante, los profesionales deben tener antisociales.
muy presente que factor de riesgo es un concepto probabilísti-
co, descriptivo, interactivo y acumulativo (Luengo et al., 1999). 3.2. Familia
Esto es, la presencia de factores de riesgo no determina el de-
sarrollo de la conducta problema, sino que aumenta su proba- Las relaciones agresivas o violentas entre los miembros de una
bilidad de manifestación; no se puede establecer en base a los familia, tanto entre los progenitores o cuidadores como de és-
mismos una relación de causalidad, sino que dan cuenta de la tos hacia otro miembro de la familia, pueden tener un impacto
relación existente entre ciertas variables de riesgo y la conducta negativo en los menores que conviven en estos hogares. Así,
problema en un momento determinado; los distintos factores los menores expuestos a violencia doméstica en la infancia,
interactúan y se influyen mutuamente, por lo que ningún factor presentan mayores niveles de conductas problemáticas exter-
por sí solo permite predecir adecuadamente la conducta proble- nalizantes (Evans, Davies y DiLillo, 2008) y una mayor pro-
ma; y la exposición continuada a un factor de riesgo incrementa babilidad de llevar a cabo conductas antisociales y delictivas
la probabilidad de desarrollar la conducta problema en mayor en la adolescencia (Mrug y Windle, 2009; Weaver, Borkows-
medida que si el sujeto solo se ve expuesto al mismo en un mo- ki y Whitman, 2008). Del mismo modo, los menores obje-
mento puntual. La falta de consideración de estos aspectos con- to de victimización directa o maltrato infantil (malos tratos
llevaría una valoración del riesgo inadecuada y la subsecuente físicos, malos tratos psicológicos, abuso sexual o negligencia
implementación de intervenciones ineficaces. en la infancia) presentan mayor probabilidad de llevar a cabo
conductas antisociales, agresivas y delictivas en la adolescencia
Por otra parte, debe tenerse en cuenta la existencia de factores (Herrera y McCloskey, 2001; Park, Smith y Ireland, 2012).
que mitigan el impacto de los factores de riesgo y que salvaguar- No obstante, la mayoría de estudios en el campo de investi-
dan al sujeto de su influencia, reduciendo la probabilidad de im- gación sobre esta temática centran su atención únicamente en
plicación en actividades delictivas futuras. Son los denominados la presencia de maltrato físico. Debido a la escasez de estudios
factores de protección, considerados como aquellas caracterís- sobre el abuso sexual, la negligencia y el maltrato psicológico,
ticas de las personas y de las circunstancias que les rodean que resulta de vital importancia analizar los efectos que cada uno
están asociadas con una reducción del riesgo de implicación en de estos tipos de victimización ejerce sobre las conductas anti-
actividades criminales o antisociales (Andrews y Bonta, 2010). normativas de los adolescentes.
Además, los diferentes factores de riesgo y de protección tie- En cuanto a las prácticas que los padres utilizan con respecto
nen distintos mecanismos de influencia sobre la conducta a la crianza de sus hijos, el conflicto, la supervisión y el apoyo,
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