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Investigación empírica




       dera directa y consanguínea de tales mitos, esta sería sin duda   procesos, jugarían respecto a lo sociocultural un papel análogo
       la religión; entendida esta como un sistema estructurado de   al de los genes en relación a los organismos y su evolución. Es-
       dogmas, creencias, obligaciones, etc. Después de lo dicho, ¿po-  tas unidades de significado serían legadas intergeneracional-
       dría alguien sorprenderse del rol que juegan las mujeres, por   mente, en la misma tradición lamarckiana de la epigenética y
       ejemplo, en la religión católica? ¿Por qué se les niega el sacer-  la transmisión hereditaria de las características aprendidas. El
       docio, la posibilidad de administrar los sacramentos? ¿Acaso   éxito reproductivo de tales memes dependería, esencialmente,
       los “ensuciarían”? ¿Son indignas de producir ellas el “milagro”   de tres factores: su “fecundidad” (deben ser “buenas ideas”, que
       de la transustanciación en la eucaristía? Si ellas confesaran a   encajen con las necesidades estructurales en su ecosistema), su
       sus congéneres, ¿la mística sanadora del perdón acaso no ten-  “longevidad” (notable resistencia a desaparecer, larga estabi-
       dría en ellas una digna correa de transmisión? Las preguntas   lidad) y “fidelidad reproductora” (o lo que es lo mismo, gran
       se acumulan: pueden denunciarse con ironía o sarcasmo; pero   facilidad para reinventarse con cada generación, sobre todo a
       ello no debilita en absoluto la brutalidad que las respuestas   través de complejos mecanismos en la educación infantil).
       implican. (Nótese que sobre el papel de la mujer en la cos-
       movisión propia de otra de las grandes religiones semíticas, el   Pues bien, a nuestro juicio, muchos de los dolorosos sesgos
       Islam, ni siquiera nos detendremos en ello).          cognitivos mencionados no son sino huellas individuales de
                                                             las potentes memes judeocristianas sobre el género. Cuando
       Poca sorpresa, pues, deberían producirnos tantos saberes acu-  los mitos, las representaciones colectivas de Durkheim, o las
       mulados sobre el complejo sistema de creencias acerca de la   representaciones sociales de Moscovici (todas ellas, brillan-
       superioridad del varón, de sus derechos correlativas a tal po-  tes maneras de indagar acerca de la construcción del “senti-
       sesión, de las cogniciones que facilitan la agresión sexual, la   do común”) nos llevan tan lejos y a parajes tan sombríos, no
       violencia machista en la familia y en la pareja, los celos po-  hay recetas mágicas. Una vez más hay que pedir socorro a la
       sesivos, precursores de tantas muertes, la lejanía pertinaz con   ilustración, a la ciencia, a la racionalidad, y fertilizarlas con
       qué se mantiene a las mujeres respecto a los centros de poder   una filosofía moral inequívocamente partidaria de la igualdad,
       y decisión, más allá de excepciones anecdóticas, la perniciosa   tajantemente condenatoria de la humillación , de la discrimi-
       división del mundo en rosa y azul (“cosas de mujeres…cosas   nación. Tal vez haya que llamar de nuevo a ciertas barricadas
       de hombres), etc., etc.                               “progresistas”, paso a paso abandonadas.

       Claro que es cierto que en las últimas décadas se han pro-  En nuestra modesta opinión, esta generación tiene por delante
       ducido avances en este terreno. No es necesario ni siquiera   la ardua labor de construir una nueva “meme” que legar a las
       recordarlos. Ahora bien, es imprescindible considerar que no   siguientes. Luz, ciencia, ilustración…frente al oscurantismo de
       está escrito en ningún sitio que tales avances sean definitivos,   mitos, religiones, y supercherías interesadas… la fuerza de la
       que no sean reversibles. La potencia de los mitos fundaciona-  razón: aquella que nunca podrá abdicar de la radical igualdad
       les suele ser minusvalorada; su resistencia al cambio, enorme.   de los seres humanos, así haya que luchar contra los dioses y
       Probablemente porque todas estas concepciones  “ideativas”   las estrellas.
       son muy funcionales y útiles a efectos de mantener el orden
       social, la estructura de dominio y, colateralmente, el orden eco-
       nómico.

       Algunos hemos asistido con mucha desazón, y cierto grado
       de sorpresa, ante la divulgación reciente de una serie de re-
       sultados de algunos estudios con adolescentes entre los que
       destaca el Estudio sobre la percepción de la violencia de géne-
       ro en la adolescencia y la juventud presentado recientemente
       por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género.
       En ellos se ha podido constatar que porcentajes muy signifi-
       cativos de muchachos consideran legítimas conductas como
       inspeccionar el bolso de “su” chica, vigilar su teléfono móvil,
       restringir su contacto con otros chicos… (en el estudio citado
       esos niveles de control es considerado normal por uno de cada
       tres jóvenes encuestados). Y, lo que es peor y cierra el círculo
       del estupor, amplios porcentajes de chicas comparten la legi-
       timidad de tales comportamientos. Incluso suelen interpretar
       los celos como muestra inequívoca del amor que buscan…
       el de sentirse poseídas por el dueño al que admiran. Terrible.
       Incluso en algunos de esos trabajos no pocos chicos y chicas
       llegan a justificar la violencia física contra las mujeres.

       El gran evolucionista Richard Dawkins popularizó el concepto
       de “memes”. Más allá de su operatividad científica, es una idea
       brillante. Habría ciertas unidades de significado cultural que,
       por su relevancia y poder normativo y de determinación de

                                                                                          Infancia, Juventud y Ley 43
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