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Editorial
tensos de deprivación son determinantes en el desarrollo integral y con efectos decisivos en
el devenir de niños y adolescentes. Dado que la inversión española en infancia entre 2010 y
2013 se ha reducido en un 14,6%, el futuro no se presta muy halagüeño, con la consiguiente
merma de expectativas asociadas a la reducción de las inversiones.
Además, y en términos generales, estas reducciones ahondan profundamente las desigual-
dades entre ricos y pobres. Tales desigualdades han crecido de modo alarmante en España
en los últimos años, tal y como evidencian múltiples informes nacionales e internacionales.
La vieja aspiración a la igualdad, aunque sea en su versión socialdemócrata de igualdad de
oportunidades, parece hoy inalcanzable y utópica.
Ante ese panorama, el Parlamento español en la última legislatura no ha creado ninguna
medida compensatoria específica que amortigüe las dificultades que para niños y adoles-
centes ha supuesto la reducción del gasto público en servicios sociales. Los resultados obte-
nidos en el Proyecto Avizor ofrecen, entre otros, un dato escalofriante. De las 395 iniciativas
legislativas que se tramitaron hasta septiembre de 2014, solo dos estaban relacionadas con
el incremento del bienestar de los niños y adolescentes. Lo más penoso es que ambas fueron
rechazadas.
Unicef informa que la precariedad del empleo en nuestro país (temporalidad, salarios bajos)
no permite a muchas familias trabajadoras abandonar la pobreza. El informe indica que las
tasas de pobreza entre familias con empleo e hijos duplica a las familias que no tienen hijos,
de lo que se deduce que la recuperación de este tipo de empleos solo parcheará levemente
los índices de pobreza, sin resolver los problemas de la debilidad de nuestro sistema de
protección social.
Otros datos son igualmente desalentadores; mientras que en la Unión Europea la media del
% de PIB dedicado a políticas públicas de protección a la infancia se sitúa en torno al 2%,
en España es la mitad. El informe Estrategia Europa 2020 realizado por Cáritas (entidad
que, obviamente, está alejada de cualquier tentación gauchista o veleidades pretendidamente
revolucionarias) pretende que los objetivos sociales sean determinantes en las políticas co-
munitarias, recordándanos la obviedad de que las personas son lo primero. Así, proponen me-
didas multidimensionales cuyos fines sean la desaparición de los empleos precarios e ines-
tables y abordar los objetivos de la pobreza y exclusión social como prioridades ineludibles.
El acceso a los servicios de calidad para la infancia en sus cuatro pilares fundamentales,
educación, salud, vivienda y protección social, necesitan de una reestructuración urgente,
para lo que hay que acabar con los obstáculos que impidan que un número elevado de niños
y adolescentes se queden relegados, a pesar de sus adecuadas capacitaciones, evitando cual-
quier tipo de segregación y potenciando los elementos que faciliten su desarrollo individual.
Una medida inalienable de avance civilizatorio debe ser el carácter saludable y feliz de la
vida de los niños. Sanidad, vivienda, dieta, relaciones ricas y estimulantes, generación de
expectativas y proyectos de vida saludables y valiosos. Cuando un sistema socioeconómico,
el que sea y se llame como se llame, impide o no atiende al cumplimiento de estas necesi-
dades infantiles, algo muy profundo está fallando. Construiremos sociedades cada vez más
psicopáticas, regidas por la crueldad del beneficio, el egoísmo, la competitividad, los balances
de resultados y la instrumentalidad pura y dura de los seres humanos.
Las justificaciones para no llevar a cabo políticas de apoyo incondicional a la infancia, como
la crisis, las deudas, las prioridades, los mercados, la globalización… son excusas falaces téc-
nicamente y de parva moralidad. Intrínsecamente inmorales; pero, además, enormemente
negativas por lo que hace a la construcción de una mejor comunidad, más equitativa y
desarrollada, para las próximas generaciones de españoles. En otras palabras: tanto la efi-
ciencia económica más fría, como la más cálida moralidad, reclaman el exquisito cuidado
de nuestros niños y adolescentes. Grave error ignorar aquello que tanto la ciencia como el
sentido común nos dicen que es tan bueno como necesario.
6 Infancia, Juventud y Ley