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Editorial




           numerosas, son no solo necesarios sino vitales para las familias con ingresos precarios para
           proteger los derechos y la dignidad de millones de personas.

           En otro orden de cosas, ha surgido en los últimos años un nuevo tema de análisis referente a
           la infancia. Se refiere a la progresiva medicalización de la normalidad en los niños y niñas y la
           respuesta de amplios colectivos profesionales ante estos excesos del diagnóstico psiquiátrico.

           Autores como Allen Frances, Héctor Gonzalez o Marino Perez alertan del fuerte incre-
           mento en la catalogación de nuevos tipos de trastornos y de una tendencia a catalogar como
           enfermedades a comportamientos que hasta ahora se consideraban como procesos normales
           de reacción de las personas ante las dificultades sociales.

           La industria farmacéutica con campañas de sensibilización ha sido capaz de informar a
           amplias capas de la población que determinadas formas de respuesta a los conflictos, catalo-
           gados hasta ahora como normales, son problemas o, incluso enfermedades, que se remedian
           con los nuevos fármacos que han puesto en el mercado al alcance de todos.


           Así un simple problema vital, se convierte en trastorno y después en enfermedad a través de
           invenciones y engaños basados, no ya en la eficacia que representan, sino, más bien, en los
           réditos que la facturación de estos nuevos productos generan en las cuentas bancarias de las
           multinacionales farmacéuticas.

           Esta situación se ha trasmitido peligrosamente al colectivo de la Infancia, sobre todo con el
           excesivo uso de etiquetas como el Trastorno del Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH),
           los trastornos de espectro autista, el trastorno específico del aprendizaje que han servido
           como caballo de batalla para multiplicar el número de niños y niñas catalogados como en-
           fermos por los servicios médicos y sociales de los países desarrollados. Unicef ofrece datos
           de que los diagnósticos de depresión y ansiedad en la infancia y adolescencia han tenido un
           incremento del 70% en los últimos años.


           España, está a la cabeza con un sonrojante primer puesto en la Unión Europea y sólo su-
           perada por Canadá y Estados Unidos en los países del mundo desarrollado. En este país
           se ha dado cobertura legal al Trastorno, incluyéndole en la Ley de Mejora de la Calidad
           de la Enseñanza (LOMCE), cuando de investigaciones recientes realizadas en España se
           desprende que uno solo de cuatro diagnósticos fue confirmado.


           El suministro de psicofármacos a los niños tiene muchas consecuencias negativas. Además
           de los malos efectos de índole física, como alteraciones cardiacas, alteraciones del apetito,
           crecimiento y sueño, existen los efectos psicológicos que conlleva el uso de este tipo de
           fármacos a corto, medio y largo plazo. El uso indiscriminado de estas sustancias puede
           desarrollar una tolerancia que precisa de aumentar paulatinamente las dosis, lo que puede                ...anclada
           crear dependencias psicológicas muy peligrosas y beneficios muy cuantiosos para los que
           alimentan artificialmente su consumo

           Los efectos de la medicación, en muchos casos no corrigen los supuestos desequilibrios
           neuroquímicos causantes del problema, sino que el mero efecto psicoactivo de estas drogas
           estimulantes aumenta momentáneamente la atención o concentración como lo hace el café
           o el Red Bull. La medicación contra el TDAH no es un tratamiento neurológico específico,
           sino un dopaje con sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento
           produciendo un aumento de la presión sanguínea.

           La investigación (psicosocial y clínica) sobre la Infancia, y sobre todo de la Infancia con
           problemas añadidos de salud mental, debe sustentarse bajo el paraguas de los mandatos de
           la Convención de Derechos el Niño y muy especialmente en el mandato del cuidado que
           la sociedad debe tener con los menores, esto es, el interés superior del menor y no atender
           a razones mercantilistas como el beneficio económico de las empresas farmacéuticas y de
           algunos profesionales de la salud mental que desde hace algunos años ponen trabas muy
           peligrosas para su bienestar.


           6 Infancia, Juventud y Ley
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