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casi medievales, y quedan fuera de la acción general de la Inspección de Trabajo,
              especialmente las que trabajan en régimen de internas, cuyas necesidades vitales
              y derechos básicos dependen de las personas empleadoras. Dos de los conflictos
              más graves que afrontan estas trabajadoras, y que son parte de las principales
              reivindicaciones de las asociaciones del colectivo, son la falta de reconocimiento

              de enfermedades profesionales y la desprotección frente a comportamientos de
              acoso sexual.

              Estas  condiciones  laborales  no  son  ajenas  a  la  feminización  del  sector.  Una
              actividad vinculada a los tradicionales roles de género que suele implicar carencia
              de reconocimiento público, a pesar de que la contratación de servicio doméstico
              está asociada a la positiva evolución de la incorporación de otras mujeres al mundo
              laboral y de ser una vía de conciliación entre la vida profesional y familiar para las
              clases más acomodadas. Por esta razón, y con motivo de la celebración del 30 de

              marzo, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, en el Instituto de la Mujer
              hemos querido elaborar este número monográfico del Boletín de Igualdad en la
              Empresa,  para  llamar  la  atención  sobre  uno  de  los  colectivos  laborales  más
              precarios y desatendidos y permitir una reflexión y un mayor conocimiento tanto
              del valor de su función como de sus condiciones de vida y trabajo.

              Este mayor conocimiento debe derivar en un incremento del respeto general hacia
              la figura de la trabajadora doméstica, en sacarlas de la invisibilidad y en que se
              tenga en cuenta su aportación al Producto Interior Bruto (PIB), al sostenimiento

              del progreso social y económico, así como al bienestar individual y colectivo. Junto
              con el trabajo doméstico no remunerado realizado por las propias familias, también
              en su mayor parte por las mujeres, su incidencia en la riqueza nacional permanece
              opaca, a pesar de que los estudios ya reflejan que tenerlo en cuenta incrementaría
              el PIB en torno a un 30 %.

              El actual Gobierno ha adquirido el compromiso de suscribir el Convenio 189 de la
              Organización Internacional del Trabajo (OIT), sobre trabajadoras y trabajadores
              domésticos, aprobado en 2011, así como integrarlas plenamente en el Régimen
              General de la Seguridad Social, lo que mejorará su cobertura.

              Por otro lado, de la misma manera que se ha financiado al movimiento asociativo
              de mujeres en general, queremos favorecer que las asociaciones de trabajadoras

              de este colectivo puedan acceder a las convocatorias de subvenciones que publica
              cada año este organismo, de forma que se respalde su actividad en defensa de
              sus derechos y de apoyo a aquellas empleadas domésticas más desasistidas. La
              diversidad y especificidad de circunstancias de estas trabajadoras, la dificultad de
              una negociación colectiva y su dispersión en los hogares, que son sus centros de
              trabajo,  convierte  en  realmente  importante  la  labor  representativa  de  estas


                                                                                                     pág. 5
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