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INTERÉS PROFESIONAL

                             Los grupos multifamiliares en la rehabilitación psicosocial de personas con trastorno mental
                                                             desde la mirada del trabajo social con grupos

                  lismo donde lo grupal puede resultar amenazante. Zamanillo (2008) afirma que existe una
                  tendencia en cada persona a una representación mental que contrapone sociedad frente
                  a individuo o lo grupal de lo individual que nos hace “considerarnos ajenos a lo que ocurre
                  fuera de nosotros […] cuando en la vida anímica, la otra cuenta, con toda regularidad,
                  como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo” (Zamanillo, 2008 pp. 34-
                  35). Todorov (1995) afirma que esta representación mental sobre la vida humana proviene
                  de una tradición filosófica y científica que ha exaltado lo individual, cuando en realidad
                  “tenemos una necesidad imperiosa de los otros” (Todorov, 1995 p. 51) y albergamos un
                  profundo deseo de ser mirados/as y reconocidos/as por los demás, no por una vanidad
                  narcisista, sino para sentirnos completos/as. Pero la persona, desde esa construcción
                  mental que contrapone individuos/as frente a sociedad, en lugar de pensarse a sí misma
                  entre los demás, se posiciona confrontada al grupo, en una representación mental donde
                  existe combate, rivalidad y una “lucha de por vida, porque para hacerse reconocer, es
                  necesario imponerse” (Todorov, 1995 citado en Zamanillo, 2008 p. 25). Por ello, “el indivi-
                  duo en el grupo sufre, pero es la identificación la que puede salvar al sujeto del sufrimiento
                  que padece en el extrañamiento con los otros […] y la que pone en marcha la empatía, es
                  decir, la comprensión del yo ajeno; […] identificarse con los otros posibilita al individuo la
                  integración en el grupo y la pertenencia a una comunidad afectiva” (Zamanillo, 2008 p. 38).
                  Y es que, aunque vivamos en la paradoja de desear reconocimiento, pero no querer sufrir
                  en la lucha que se produce con el otro por obtenerlo, parece que reunirse en grupo puede
                  merecer la pena y ser absolutamente necesario puesto que “las cosas del mundo por sí
                  mismas no pueden confirmar nuestra existencia mientras que las relaciones que mantene-
                  mos con los otros, el calor y el reconocimiento que recibimos, sí nos confirman” (Todorov,
                  1995 citado en Zamanillo, 2008 p. 12). Más allá, si la tarea grupal final es “cambiar” como
                  acto terapéutico, un Grupo Multifamiliar se tendrá que construir como un espacio seguro
                  de pertenencia capaz de hacer sentir a los/as participantes que dicho grupo no se des-
                  truirá a pesar de que con toda certeza aparezca “la discusión, el desencuentro, la crisis y
                  el conflicto, donde esté permitido disentir […] y estar con los otros no requiera sumisión ni
                  exclusión” (Martínez González, 2018 p. 373) para así que cada miembro del grupo descu-
                  bra que sus ansiedades frente a lo grupal se dilucidan mediante la respuesta afirmativa a
                  preguntas como: “¿Será este el sitio que logrará contener mi angustia? ¿Realmente apren-
                  deré aquí lo que quiero? ¿Tendré en este lugar la oportunidad de ser yo mismo? […] ¿Se
                  ha logrado otras veces entre estas paredes lo que yo vengo a buscar? ¿Son sus muros
                  suficientemente resistentes?” (Martínez González, 2018 p. 373). Pero la construcción de
                  un espacio grupal seguro no es fácil ya que la variada gama de disensiones interpersona-
                  les tiende a ser percibidas, no como una oportunidad de autotransformación, sino con la
                  percepción de que es el otro quien debe cambiar, algo que ocurre porque “el sujeto tiene
                  miedo a pensar en un nuevo marco de referencia” para sí mismo (Anzieu et al., 1971, p. 11
                  citado en Zamanillo, 2008 p. 43). Con todo, “el grupo supone una oportunidad para volcar
                  en él todo aquello que nos angustia y de lo que no podemos hacernos cargo a solas […]
                  aquellas cosas que el individuo no puede madurar en solitario” (Zamanillo, 2008 p. 37).



                  TRABAJO SOCIAL HOY 3.   Cuatr. 2021, n.º 94 [49-73] ISSN 1134-0991      53
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