En Estados Unidos se ha estimado* que hasta un 70% de los jóvenes en acogimiento familiar han experimentado estrés postraumático complejo (TEPT-C), habiendo vivido repetidos eventos traumáticos en su infancia antes de pasar al sistema de protección  

Nos encontramos en nuestra realidad profesional una notoria ausencia de este diagnóstico específico en la población de NNA derivados a AFE. En parte, esta situación es debida a que mientras que la Organización Mundial de la Salud reconoce este trastorno como diferente del estrés postraumático simple, la Asociación Psicológica Americana ha rechazado, hasta la fecha, realizar esta distinción.  

Caracterizado por primera vez en 1992 por Judith Herman, esta autora describe el trauma complejo por no ser generado por un evento único, sino a través de múltiples eventos traumáticos a lo largo de un tiempo prolongado, que se dan en un contexto del que la víctima no puede escapar, y dentro de una relación de dependencia hacia las figuras que mantienen el cautiverio y generan el maltrato.  

El efecto de este tipo de maltrato continuado se da a un nivel más profundo que el del TEPT, afectando a la identidad personal y a la confianza en la relación con los demás. Pueden darse estados disociativos para proteger un sentido de identidad que puede permanecer fragmentado. Los ejemplos que se dan tienen que ver con secuestros, torturas, violencia de género prolongada... Nos interesa especialmente que también contempla el maltrato infantil repetido. 

El trauma complejo, a diferencia del trauma simple, afectaría a la habilidad de regular las emociones y la conducta, a la dificultad para mantener relaciones próximas y sentirse cerca de los demás y lleva a creencias de minusvaloración acerca de uno mismo, acompañadas de sentimientos de vergüenza, culpa o fracaso relacionados con los eventos traumáticos.  

Resulta evidente que este tipo de trauma complejo, cuando se da en niños y niñas en su relación con los cuidadores primarios, puede llegar a afectarles profundamente en la conformación de su personalidad, dada su situación de vulnerabilidad y menor capacidad para poder procesar e integrar lo que les ha sucedido.  

Equipos de investigación como el de Sufna y sus colaboradores, recientemente han podido mostrar que existe toda una constelación de trastornos (TDAH, depresión, trastorno de apego reactivo y trastorno oposicionista desafiante) que suelen ser diagnosticados en NNA en acogimiento residencial y familiar que estarían en realidad conectados en sintomatología con este trauma complejo, dado su impacto del trauma a nivel atencional, de aprendizaje, memoria de trabajo y flexibilidad cognitiva.  

El Acogimiento Familiar Especializado de especial preparación acertaría en este sentido al enfocar y planificar la intervención, convirtiendo al proceso de acogimiento en una oportunidad terapéutica única a la hora de abordar y reparar el trauma.   

Se ha demostrado (Zabern y Bouteyre, 2018) que el ambiente estable y predecible de la casa de acogida, así como la posibilidad de contacto con la familia de origen son factores clave que protegen la salud mental de estos menores. 

 

 

En una investigación cualitativa llevada a cabo en los Países Bajos por el equipo de Steenbakkers et al. (2019), jóvenes entrevistados que pudieron beneficiarse de un acogimiento en familia ajena en su infancia o adolescencia, recuerdan haber pasado por depresión, ansiedad y baja autoestima, así como problemas sociales debidos a su desconfianza y a ser excesivamente controladores. Muchas situaciones y conversaciones les traían recuerdos traumáticos, por lo que solían evitar sentimientos relacionados, conversaciones sobre su infancia, disparadores o a determinadas personas. Coinciden en haber estado mucho tiempo tratando de comprender la razón de su separación de casa y sus traumas, en una rumiación constante que raramente compartían con nadie. 

Sin embargo, muchos de estos jóvenes, comparten que, a pesar de haber vivido estas experiencias traumáticas, han logrado que no les afecten. Cuentan que superaron estos síntomas al aprender a convertir lo negativo en positivo, sintiendo que se han hecho más fuertes gracias a la adversidad. Se enfocaron en de dar forma a su futuro, gracias a ver las experiencias pasadas como lecciones. Reconocen que, para lograr este cambio en su percepción, la estabilidad de la familia de acogida fue fundamental, sirviéndoles para recuperar la confianza en las relaciones. 

Desde el Servicio de Acogimiento Familiar Especializado vemos importante aumentar el reconocimiento profesional del trauma complejo, así como la sensibilización sobre las dificultades específicas asociadas, para comprender mejor el comportamiento de estos NNA y realizar intervenciones más ajustadas a sus necesidades.  

Nos entusiasma realmente poder estar ayudando a promocionar el acogimiento familiar especializado como la mejor opción de reparación del daño y potenciación de la resiliencia de estos menores, que tienen derecho a poder recuperar la capacidad de confiar en ellos mismos, en su vida y en lo que les depara el futuro.   

* dato del National Child Traumatic Stress Network 

 

Referencias bibliográficas: 

Herman, J.L. (1992). Complex PTSD: A Syndrome in survivors of prolonged and repeated trauma. Journal of Traumatic Stress, 5 (3), 377-391.  

Steenbakkers, A.,van der Steen, S. y Grietens, H. (2019). How do youth in foster care view the impact of traumatic experiences? Children and Youth Services  

Sufna, G.J., Brandt, T.W., Secrist, M.E., Mesman, G.R., Siguel, B.A. y Kramer, T. L. (2019). Empirically-guided assessment of complex trauma for children in foster care: a focus on appropriate diagnosis of attachment concerns. American Psychological Association, 16(1), 120–133.

Zabern, A. y Bouteyre, E. (2018). Leading protective factors for children living out of home: a literature review. Child & Family Social Work, 23, 324-335.