La parentalidad positiva se refiere “al comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación que incluyen el establecimiento de límites que permitan el pleno desarrollo del niño” (Rodrigo López et al., 2015). 

 

La parentalidad positiva plantea la necesidad de ejercer un control parental basado en el afecto, el apoyo, la comunicación, la estimulación y la estructuración en rutinas, en el establecimiento de límites, normas y consecuencias, así como en el acompañamiento y la implicación en la vida cotidiana de los hijos. Reconoce una gran variedad de actuaciones parentales para cubrir satisfactoriamente las necesidades de los hijos que van más allá de la crianza y protección. 

 

En 2007 el consejo de Europa publica un informe donde propone potenciar una concepción de la parentalidad llamada positiva (positive parenting), concebida inicialmente para iniciar una inflexión histórica en la que se redujera la violencia sufrida por la infancia. 

 

Los programas de formación en parentalidad positiva constituyen un modo de dar respuesta a estas necesidades actuales de las familias. Apoyar la parentalidad es una prioridad de los Estados miembros de la Unión Europea y en ese sentido, el Consejo de Europa ha promovido la Recomendación 19/2006 sobre políticas de apoyo a la parentalidad positiva, donde se concreta el tipo de apoyos. La obligación de prestar los recursos necesarios venía ya recogida en la Convención sobre los Derechos del Niño de las Naciones Unidas adoptada en 1981.  

 

El reconocimiento oficial de la importancia de la responsabilidad parental implica por tanto la necesidad de contar con apoyos en el desempeño parental a través de: a) medidas políticas generales, b) fomento de la parentalidad positiva, c) servicios de apoyo a la parentalidad d) servicios para padres y madres en riesgo de exclusión social y e) principios de orientación a los/ as profesionales (Esteban-Carbonell et al., 2021). 

 

En algunos de los casos la declaración de desamparo de los niños, niñas y adolescentes (NNA) del sistema de protección viene en parte justificada por el uso de estilos parentales inadecuados, por ser excesivamente autoritarios, permisivos o alternantes entre estos. Éstas formas de relación entre progenitores e hijos/as, pone en riesgo la salud mental de los NNA a corto y largo plazo, causando síntomas internalizantes y externalizantes resultado de no recibir buenos tratos en el seno de esta relación primaria con sus principales referentes afectivos. 

 

Para la reparación de estos daños recibidos, va a resultar fundamental que las familias acogedoras especializadas puedan estar capacitadas y ser formadas para aportar un modelo distintito de relación educativa, ya que el trauma complejo desarrollado hace especialmente sensibles a estos menores a recibir críticas, rechazos y castigos físicos o verbales, actuado como disparadores retraumatizantes que mantendrán y aumentarán la sintomatología subyacente. Como alternativa, se ha demostrado que el uso de estilos parentales positivos por parte de los acogedores se asocia con resultados socio-emocionales positivos por parte de los menores acogidos (Lee, 2023).  

 

Por fortuna para los NNA, podemos constatar que actualmente en las familias ya se está integrada la creencia de que el objetivo de los padres ya no es solo lograr obediencia y cumplimiento de normas, sino que se espera que desde la familia se promuevan conductas prosociales, que aumenten la capacidad de entender el mundo que les rodea, así como que potencien la autonomía personal y social.  

 

La  Recomendación (2013)/112 de la Comisión Europea sobre la prevención de la pobreza y promoción del bienestar en los niños, señala la importancia de mejorar el apoyo a las familias y la calidad de las estructuras alternativas de prestación de cuidados, reforzando la protección de los niños y los servicios sociales para la infancia en el ámbito de la prevención, así como ayudar a las familias a desarrollar habilidades parentales sin estigmatizarlas, garantizando que los niños se eduquen en un entorno que se ajuste a sus necesidades. 

 

En este sentido, desde el servicio de apoyo al Acogimiento Familiar Especializado (AFE) resulta por tanto crucial ofrecer una formación específica en parentalidad positiva que pueda adaptarse a las características tanto de la familia acogedora como de la familia de origen, de manera que puedan mejorarse de manera efectiva las competencias parentales en el tiempo que dura el acogimiento, favoreciendo así la viabilidad de la reunificación familiar al llegar a la mayoría de edad y asegurando la continuidad del efecto de la medida protectora.  

 

Publicación SAFE parentalidad positiva en Instagram

 

 

 

 

Esteban-Carbonell, E., Carnicero-Hernández, E. y del Olmo_Vicén, N. (2021). Parentalidad Positiva: un eje para la intervención social con menores. Zerbitzuan 74, 55-63. DOI: 10.5569/1134-7147.74.03. 

 

Lee, K. (2023) Effects of formal center-based care and positive parenting practices on children in foster care. Child Abuse & Neglect 142, 105946. DOI: 10.1016/j.chiabu.2022 

 

Rodrigo López, M.J., Máiquez Chávez, M.L, Martín Quintana, J.C. Byrne, S. y Rodríguez Ruiz, B. (2015). Manual Práctico de Parentalidad Positiva. Ed. Síntesis.